cicloturistasRequena (Valencia), 23 de mayo de 2009, marcha cicloturista Los 7 Picos. Casi mil cicloturistas nos presentamos a esta cita, a pesar de ser su primera edición. Tenemos 185 kilómetros por hacer, siete puertos por ascender con más de 3.000 metros de desnivel positivo.

Unos más que otros, pero todos hemos tenido que pegarnos un buen madrugón este domingo para recoger el dorsal y estar preparados para comenzar a las 8 de la mañana; vaya cara que ha puesto un joven vecino (que llegaba probablemente de una larga juerga), al verme a las 5:30 de la madrugada cargando la bici en el vehículo. Para complicarlo un poco más, en muchos casos, el temor a quedarse dormido o la inusual hora de irse a la cama habrá provocado cierto desvelo y restado horas de sueño.

No me extraña que les cueste entendernos a muchos amigos, conocidos o familiares que sólo saben en parte cuáles son nuestras motivaciones para acometer estas aventuras. Desde su perspectiva a algunos les parece seguramente incluso mucho más complicada la cosa de lo que en realidad es. La mayor parte de nuestras limitaciones están en realidad en nuestra cabeza, es una de las cosas que aprendemos acometiendo estos retos, algo que si logramos aplicar en nuestras vidas, más allá de la bicicleta, tiene un incalculable valor, pero hay muchos otros aspectos positivos. Para mí el principal es la intensidad, la vitalidad que experimento cada momento sobre la bicicleta. Una salida en bici es como la vida misma, subes, bajas, luchas contra los elementos, disfrutas de momentos de euforia, y para no caerte hay que seguir pedaleando. Mantenerte en buena forma física, con un peso correcto, sentirte joven, aun con muchas primaveras cumplidas, tampoco son malos argumentos.

Miro mi agenda y el Facebook y me doy cuenta de que paso una gran cantidad de tiempo relacionándome con ciclistas, con gente con la que comparto muchas inquietudes y valores, independientemente de la edad, otro importante activo que me anima a practicar más y más este bello deporte. Ante las dificultades básicas y comunes afloran muchos sentimientos de solidaridad, de correspondido compañerismo.

En ocasiones, en estas marchas cicloturistas, nos animan desde las cunetas muchos amigos y familiares, esos que sí nos entienden y nos hacen sentirnos ciclistas por un momento; ellos sí que se merecen todo nuestro respeto, nuestra admiración y nuestro cariño.

Dicen por ahí que algunos de nosotros nos resarcimos ante la frustración de no haber podido hacer del ciclismo nuestra profesión, cuando teníamos edad para hacerlo, pero ni mucho menos tiene porque ser la norma. En mi caso, no tengo problema en reconocerlo, en su día no me dejaron intentarlo y ahora que puedo sacar tiempo no pierdo una ocasión para sentirme ciclista, en el fondo, incluso cuando no daba pedales, siempre lo he sido.

Algunos comentarios, lejos de molestarnos, ya no consiguen sino divertirnos; como cuando en lugar de preguntarnos por los “beneficios” que nos aporta la bicicleta, nos preguntan, antes de nada, por los “costes”, de dónde sacamos el tiempo o cuánto nos hemos gastado en ese “hierro”, nuestra querida bicicleta. Ya sabemos que eso muchos tampoco lo entienden, ¿cómo se puede pagar 2.000, 3.000, 4.000 euros o más por un artilugio de entre 6 y 10 kilos de peso?, ¡que inconscientes!,  eso parecen pensar algunos poniendo cara de supuesta sorpresa. Más gracia te hace, o más pena te da, según el caso, si te lo dice alguien con el cigarro en la boca (por suerte cada vez menos), que consume su tiempo en el bar y tiene un pedazo de coche que apenas si conoce otro exótico sitio que su garaje; están también en su derecho de dilapidar tiempo y dinero como quieran, cada uno disfruta a su manera, pero eso no es vida para nosotros, nuestro “vicio” es dar pedales, y nuestro sueño es llegar a los 80 o más años pedaleando, como lo hacen algunos veteranos y sabios compañeros que nos demuestran que es perfectamente posible. Ya sabes, si quieres, puedes.